Si quieres comprar con justicia pincha en la mermelada de piña
Además de suscitar poco interés, la encuesta sobre comercio justo que ha estado colgada aquí al lado arroja unos resultados muy poco favorables a esta modalidad de compra. Así que, como me concienció a mí una persona en una charla a la que asistí hace unos días, intentaré yo también concienciaros sobre esta cuestión.
El asunto es bien sencillo. Si queremos colaborar al desarrollo de los países pobres el comercio justo es la mejor manera de hacerlo. Quienes tengan un espíritu austero (e ingresos suficientes) podrían pensar que comprar en Lidl o en Día es la mejor manera ya que permite ahorrar para posteriormente dedicar el exceso de renta a proyectos de cooperación. Pero esto tiene dos problemas: en primer lugar, que esas cadenas de supermercados distribuyen productos que o bien han sido producidos en países ricos con mano de obra inmigrante y mal pagada, o bien han sido producidos en países pobres en condiciones laborales indignas. En ambos casos la opción de los productos de comercio justo es mucho mejor puesto que evitan la inmigración no deseada de personas desde los países pobres hacia los países ricos o aseguran unas condiciones laborales dignas en los países de origen.
Por otro lado, es más que probable que a la hora de aplicar ese exceso de renta al que me refería antes nos aparezcan otras alternativas de gasto más atractivas y finalmente la cooperación al desarrollo quede sin cobertura. En definitiva, si día a día vamos pagando un poco más en los productos de comercio justo estaremos contribuyendo también de forma continua al desarrollo digno de poblaciones pobres.
Y por fin, el comercio justo suele basarse en producciones no agresivas con el entorno natural, cosa que no suelen tener en cuenta los productores tradicionales, incluso en los propios países pobres.
Así que os animo a consumir con justicia y a disfrutar doblemente de esos productos: primero, porque están realmente ricos y, segundo, porque enriquecen dignamente a sus productores.
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