En las pasadas semanas he cambiado varias veces de opinión sobre los pasos que deberían darse para acabar con la guerra en Ucrania y, sobre todo, he cambiado repetidamente de estado de ánimo al respecto. Ahora, tengo la impresión de que en ambas esferas, la mental y la emocional, mis enfoques eran muy limitados. Empezando por lo emocional, tengo que decir que ante la magnitud de los desastres que provoca la guerra me he visto reaccionando de una manera muy primaria. Confieso haberme alegrado, ¿incluso deleitado?, viendo cómo un ataque ucraniano arrasaba parte de una columna de tanques rusos. Sentía que esos desalmados, si es que a los tanques se les puede atribuir espíritu, se lo tenían bien merecido por haber destruido instalaciones ocupadas por civiles con los proyectiles que salían de sus cañones. Pero, voy a ser sincero, no veía que dentro de ese amasijo de chatarra en que se habían convertido los tanques atacados estaban los restos achicharrados de sus jóvenes ocupantes...
Pues no sé si eso cae dentro de alguna competencia autonómica, pero un plan para los municipios como el nacional estaría muy bien, y mejor aún si se hiciese hincapié, por ejemplo, en obras para la majora de las conducciones de agua y electricidad, por ejemplo, pues además de contra el paro, iríamos contra el derroche hídrico y de energía.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, M@k. Creo que es una gran apuesta de futuro. Lo que planteas, además, evitará tener que construir nuevos pantanos o centrales de producción eléctrica en el futuro. Por cierto, otro campo en el que creo que habría que invertir es el de la educación.
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