En las pasadas semanas he cambiado varias veces de opinión sobre los pasos que deberían darse para acabar con la guerra en Ucrania y, sobre todo, he cambiado repetidamente de estado de ánimo al respecto. Ahora, tengo la impresión de que en ambas esferas, la mental y la emocional, mis enfoques eran muy limitados. Empezando por lo emocional, tengo que decir que ante la magnitud de los desastres que provoca la guerra me he visto reaccionando de una manera muy primaria. Confieso haberme alegrado, ¿incluso deleitado?, viendo cómo un ataque ucraniano arrasaba parte de una columna de tanques rusos. Sentía que esos desalmados, si es que a los tanques se les puede atribuir espíritu, se lo tenían bien merecido por haber destruido instalaciones ocupadas por civiles con los proyectiles que salían de sus cañones. Pero, voy a ser sincero, no veía que dentro de ese amasijo de chatarra en que se habían convertido los tanques atacados estaban los restos achicharrados de sus jóvenes ocupantes...
Me caen bien. Los gitanos de Sestao me caen bien. Y no es que sea un ingenuo y no sepa de qué estoy hablando: tuve la suerte de participar en la puesta en marcha del plan para la regeneración de Sestao y sé muy bien de qué estoy hablando. Precisamente por lo complicado del asunto, y después de haber estudiado diversas experiencias de realojo de poblaciones gitanas en España (Gijón, Lleida, Madrid) diseñamos una estrategia propia cuyo pilar principal era la sociedad pública Sestao Berri, compartida al 50% entre el Gobierno Vasco y el Ayuntamiento de Sestao. Esa sociedad, en la que trabajan pe rsonas especializadas en procesos de realojo, ha realizado ya decenas de estos traslados en toda Euskadi sin que hasta la fecha se hayan producido situaciones como la de La Arboleda. Y os aseguro que no todas las familias realojadas eran "hermanitas de la caridad". Pero han conseguido hacerlo sin ruido porque vienen trabajando con esas familias desde hace años, las acompañan en el proce...
Recientemente he pasado dos semanas de confinamiento en casa tras haber dado positivo en COVID y otras dos semanas de recuperación tranquila. Atrás quedan varios días de fiebre y tos, de miedos, solidaridad y serena esperanza. Todo ello, debo decirlo, con un nivel de gravedad de la enfermedad bajo, que me ha permitido superarla sin mayores problemas. Quizás no habría sido capaz de escribir lo que sigue si me hubiese tocado una experiencia más dura. Como ha sido una oportunidad única, en la que he podido reflexionar sobre varios asuntos relacionados con la enfermedad, quisiera compartir esos pensamientos con vosotros/as. Voy a dividir la exposición en dos bloques: en primer lugar, hablaré sobre aspectos personales y, en la segunda parte, me referiré a la vertiente comunitaria . La primera idea del ámbito personal que quisiera compartir es que intuyo que mantener en la vida un estado de ánimo positivo y relajado es un buen activo cuando llega la enfermedad. Aunque no puedo demos...
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Dilo ahora o calla para siempre