No me aguanto ni un minuto más sin decir que la gestión del Gobierno Vasco en esta pandemia es tristísima

La consejera Sagardui se despacha con un "el riesgo de fallecimiento es alto" utilizando un tono a medias entre la resignación ante lo inevitable y la reprimenda a la ciudadanía. Y yo ya no me aguanto más. 

En los últimos días Euskadi ha pasado a ocupar el quinto lugar del tristísimo ranking de comunidades autónomas con más fallecimientos por 100.000 habitantes, detrás tan solo de Castilla La Mancha, Aragón, Castilla y León y La Rioja. Por debajo de Euskadi quedan otras comunidades que anteriormente se situaban con peores datos como Madrid, Cataluña, Asturias o Navarra. Para mi ésta es la ratio más relevante para medir si estamos enfrentando mejor o peor este gravísimo reto. Y la respuesta no puede ser más clara: en Euskadi no lo estamos haciendo nada bien. 

            Publicado en elDiario.es el 26 de enero de 2022

Ante esa constatación parece que uno solo puede realizar una valoración genérica que englobe: la mala suerte, la ignorancia ante lo desconocido, la concentración de la población en el espacio, la falta de responsabilidad de la sociedad, la inexactitud de los datos y, solo de refilón, lo acertado o desacertado de las decisiones políticas. Sin embargo, a mi modo de ver, es este último elemento el que deberíamos colocar al frente de la lista de responsables. Y más aún a estas alturas de la pandemia, casi dos años después de su comienzo. 

Me explico. Desde que empezó la pandemia nuestros responsables políticos y, entre ellos, sin duda, el Gobierno Vasco, han asumido el liderazgo del combate contra el coronavirus, dejando fuera de esa responsabilidad al resto de la sociedad (ayuntamientos, asociaciones, comunidades de vecinos/as, profesionales y ciudadanos/as) salvo en el papel de sujeto receptor de las órdenes recibidas. Debajo de las normas que iban emanando del Gobierno Vasco solo había individuos separados entre sí que cumplían... o incumplían las normas. Ahora bien, cuando alguien se arroga semejante nivel de responsabilidad, debería hacerlo, al menos, con dos premisas: estando seguro de que conoce muy bien a la ciudadanía que representa y puede dictar las normas adecuadas; y demostrando que está capacitado para dar respuesta al problema. Desgraciadamente, ninguna de esas dos condiciones se han cumplido en el caso del Gobierno Vasco.

Es cierto que las características de Euskadi no son las mismas que las de Extremadura o la Comunidad Valenciana. Yo no entiendo nada de epidemiología, pero intuyo que la distribución geográfica de la población, la edad media de la misma, el clima, los valores culturales, la fortaleza del sistema de salud o las costumbres de socialización pueden ser factores que influyan en el resultado. Por lo tanto, si un/a gobernante conoce bien a su sociedad es probable que elija las medidas adecuadas, pero si está lejos de la ciudadanía seguramente se equivocará. Alguien podría decir que el Gobierno Vasco no ha tenido capacidad para definir su propia normativa y eso es cierto, pero solo en una parte y solo al principio. Pues una vez conocida y evaluada la situación, el margen de maniobra fue enorme. Eso sí, había que hacer los deberes. No se puede echar la culpa a los jueces cuando uno ha tardado tantísimo tiempo en llevar al Parlamento una ley de pandemia que podría haber dado cobertura a ciertas decisiones. Pero, además, la capacidad de influencia del PNV en el Gobierno Central ha sido, como hemos visto en alguna ocasión, bastante grande. Y no se ha aprovechado, al menos para esto. 

No, no es una cuestión de capacidad normativa. El Gobierno Vasco no ha acertado en su política normativa porque, por una parte, su desconexión con la ciudadanía vasca ha sido abismal y quizás, en otra parte, porque se haya plegado a intereses ajenos a la mayoría social. Y añadiría una cosa más: si un/a dirigente tiene dudas, quién no las tiene, puede salvarle la capacidad de recurrir a otros/as para que le asesoren, para que le aporten otras miradas. Pues me temo que en el Gobierno Vasco han visto a los/as expertos/as y a quienes pensaban distinto más como incordios que como ayuda. 

Por otro lado, Iñigo Urkullu, qué queréis que os diga que no sepáis, no es el dirigente que requería una situación así. Si uno no comparte con la ciudadanía el proceso y solo la llama para cumplir normas, lo mínimo es que tenga un poco de carisma para arrastrar a las personas en ese pobre cometido. Es en situaciones críticas como esta pandemia en las que un/a dirigente puede demostrar su valía y hacerse merecedor/a del puesto que ocupa. Pero, desgraciadamente, no ha sido el caso.

Por si esto fuera poco, el "inmejorable" sistema de salud vasco ha hecho aguas por todas partes, habiendo generado sus responsables caos sucesivos como consecuencia de la falta de planificación, la racanería en la asignación de recursos y el lamentable modelo de comunicación con los/as profesionales y la ciudadanía. Solo unos/as profesionales de la sanidad abnegados/as y bien preparados/as han sido el muro de contención que la situación requería.

Es decir, nuestros/as dirigentes no solo no conocían bien a la sociedad ni tenían carisma, sino que tampoco han demostrado estar capacitados/as para enfrentar la crisis. 

Por fin, quiero hacer referencia a una cuestión que me parece muy relevante: el modelo de comunicación. Las ruedas de prensa celebradas sistemáticamente antes de la publicación de los decretos, los continuos cambios en la periodicidad de la publicación de los datos y el retraso en la comunicación de algunos de ellos, la alianza con los medios de comunicación para generar pánico en la población, son prueba inequívoca de que nuestros /as dirigentes nos han tomado por tontos/as. Al menos podrían habernos reconocido la capacidad de valorar la información que recibíamos. Pues ni eso.

Por todo ello, yo responsabilizo en gran medida al Gobierno Vasco por el triste resultado de la gestión de la pandemia. Y creo que éste es suficiente motivo, quizás más importante que cualquier otro, para convocar elecciones en cuanto las cosas estén un poco más tranquilas. Aunque, si soy sincero, no sé si una oposición que apenas ha criticado las medidas aplicadas está capacitada para el relevo.




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